-22 de mayo del 2004, Madrid
1) Este día se casaban los príncipes de España, Felipe y
Leticia.
Mi madre y yo estábamos en casa viéndolo en televisión en directo. Sonaron
muy ruidosos truenos de lluvia cuando se casaban. Se oían atronadores estos
truenos desde casa pues estábamos a pocos kilómetros de la boda.
2) Nos sorprendimos cuando vimos en televisión que, al
terminar la boda, los recién casados, iban con gran escolta, a entregar un ramo
de flores a la iglesia, Virgen de Atocha: y la sorpresa era porque es una
iglesia del colegio donde mis hermanos y yo estudiamos de niños y jóvenes, y está cerca de donde estábamos.
3) Al ver que se dirigían los príncipes hacia mi antiguo
colegio, le dije a mi madre que saliéramos a la calle y nos acercáramos a dicho
colegio a saludar a los tan ilustres recién casados.
Mi madre y yo pensamos que sería imposible ver a los
príncipes directamente pues habían cientos de miles de personas en la calle,
incluso bastantes esperando desde la noche, para ver pasar la escolta nupcial.
Pero algo, como una voz interior me decía de salir a la
calle que íbamos a verlo bien.
Entonces animé a mi madre, le ayudé a ponerse los zapatos y
salimos a la calle. A unos 200 metros del colegio había una barrera policíaca. Normalmente
hacían un cacheo a todos los que pasan pero a nosotros nos dejaron pasar sin
mas. A 100 metros del colegio habían otras 2 barreras de la policía. Una de
estas, con multitud de personas, que conducía a donde se vería el paso de los
príncipes; y la otra barrera, donde apenas había gente, donde decían que ahí no
pasaba la comitiva Real.
Realmente había tanta gente en donde debían bajarse los
príncipes del coche para entrar a la iglesia, que ni intenté acercarme allá con
mi madre para que no la apretujaran. Entonces nos quedamos junto a la entrada
lateral de la iglesia, donde casi no había gente, apoyados en una valla. Quizá un poco
decepcionado, pero…
4) Lo curioso es que debido a la gran lluvia que hubo, la
alfombra preparada de acceso a la entrada
principal a la iglesia, resultaba peligrosa para los tacones de la
princesa. Eso nos dijeron. De modo que cambiaron el recorrido previsto de sus
altezas, y entonces el coche con los recién casados se dirigió hacia la puerta
lateral, donde: ¡estábamos casi solos mi madre y yo!.
5) Entonces se acercó mucha gente. Mi madre estaba la
primera en la valla y yo justo detrás de ella con mi cabeza por encima de la de
ella pues soy una cabeza más alto.
Estábamos como a sólo 3 metros de donde iba a pasar el
coche. Digo solo a 3 metros, pues, hace décadas pusieron una
bomba a los recién casados de otra boda Real, por lo que el día de hoy, por seguridad, el
público estaba como mínimo a unos 20 metros o más del coche de los príncipes.
Es decir, nosotros, entre cientos de miles de personas en Madrid que fueron a
saludar a los novios, creo que éramos los más cercanos a ellos, y eso que
llegamos casi en el último minuto.
6) Entonces algo sencillo pasó que me hirió los sentimientos
muy fuertemente. Pues cuando pasaba el coche de los príncipes a esos 3 metros
de mi madre y yo, saludé a los recién casados, pero ellos no me miraban a los
ojos. Sentí creo el rechazo más terrible e intenso de mi vida.Hice gestos para
que me miraban, pero parecía que estaban sus ojos fijos en otro punto. Quizá la
“fuerza” de las imágenes en televisión en directo por todo el mundo, con millones
de personas viendo el recorrido de esa boda, incrementaba mi terrible sensación
de rechazo categórico.
7) Hay que decir, que casualmente, unos meses antes saludé
por primera vez al príncipe, y fue en Caravaca de la Cruz, Murcia, provincia
donde nació mi madre, en la famosa
iglesia de allá. Ocurrió así: Yo estaba como turista, y me dijeron que no podía
entrar en esos momentos en esa iglesia pues estaba el príncipe Felipe, pero al
salir él de esa iglesia se dirigió, entre multitud de gente, hacia donde yo
estaba, y a pesar de estar yo como en cuarta fila, él extendió su brazo y me
dio una saludo fuerte mirándome sonriente a los ojos con enorme y noble afecto.
8) Volviendo a la historia de hoy, el coche pasó y ninguno
de los príncipes me saludo fijándose en mi. Pero lo sorprendente es que al
momento mi madre me dijo muy contenta, que los príncipes le estuvieron
saludando mirándola a ella a los ojos por bastante tiempo.
9).Entendí entonces que cuando intentaba recibir el saludo
de los príncipes, ellos no podían, pues estaban ocupados saludando felizmente y
mirando personalmente a mi madre, durante todo el rato que pasaban junto a
nosotros. Saber esto me alegró tremendamente y desapareció por completo esa
herida que sentí, incluso como si nunca hubiera habido dicha herida
10) Comprendí que si ellos aceptaban, saludando contentos, a mi
madre, entonces no me podían rechazar a mi, su hijo. Y para mi era un honor
enorme que eligieran a mi madre para un saludo especial. Creo que tal vez este
saludo, debido a la poca distancia, de 3 metros o menos, fue el más intenso y
más próximo entre los miles y miles de personas que este día salieron a la
calle a saludar a sus altezas.
11) Entendí entonces mejor lo que dijo Cristo (Mat. 10.40)
“el que me recibe, recibe al que me envió…”. .Entendí también algo más porque los católicos respetan tanto a la madre de Jesús. Es decir si alguien acepta algo mío, como es mi madre, entonces a mi me aceptan grandemente.
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Conclusión: El querer honrar a nuestras madres parece que
tiene asociado una Fuerza Inmensa para bendecir a otros.
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Petición: Que podemos dar la honra debida a quien más nos
quiere y produzca esto felicidad de todos.
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