lunes, 30 de mayo de 2011

54) Un día en las carreras.

31 de diciembre del 2010, Madrid.
1. El último día de cada año se realiza la popular carrera de San Silvestre, vallecana, de 10 km en Madrid. Es una carrera más bien relajada y algo divertida a veces. Con ritmos musicales a gran volumen en la zona más difícil.
Rubén corría en esa carrera. Le dije que le quería acompañar los últimos 4 kilómetros. (A pesar que en mis últimos 20 años yo no había corrido en serio ni 1 kilómetro seguido). Continué diciéndole que le encontraría (de casualidad) entre los corredores. Él me respondió: " Eso es imposible!" pues participan decenas de miles de corredores, y yo le contesté al momento "voy a orar y que sea lo que Dios quiera", pero él seguía pensando (según me contó después): "Es que es imposible".
También le pregunté en esa conversación, de qué color iba a ir él vestido en la carrera para poder encontrarle más fácil. Me dijo que de azul, y naturalmente no me dijo que todos iban del mismo color, pues se suponía que yo debía saberlo. Pero el caso es que yo no sabía que los corredores fueran de azul. Con esta perdonable ó inocente ó graciosa ignorancia mía, pedí a Dios, que pudiera encontrarme con Rubén en la carrera.
2. Me acerqué a ver la carrera pensando que simplemente yo debía distinguir un color azul entre multitud de colores. Pensé que eso sería fácil. Me hice paso entre el público (sin empujar) y me puse en primera fila. Entonces miré a los corredores. ¡Oh, no, todos van de azul! pensé. Miles y miles de personas corriendo con el mismo color de camiseta. Me quedé con los ojos abiertos como platos y hasta me pareció gracioso. Me pareció una broma simpática de la Vida, o una escena de una película de humor.
3. ¿Cómo voy a saber dónde está Rubén, así, si todos visten igual? pensé.
Entonces entendí cuando Rubén me dijo que era imposible encontrarle.
Inocentemente ó cabezota yo, no me rendí, en la búsqueda y pedí ayuda a las más Altas Esferas. Oré al Dueño del Cielo que me hiciera distinguir a Rubén entre tanta cosa azul dando saltitos.
4. Parece ser que se me ayudó a superar “la prueba del color”, y como un minuto después distinguí la cabeza de Rubén entre la masa de corredores.
Me alegré realmente mucho de esa "casualidad". Pero en menos de un segundo le perdí de vista, pero la alegría seguía en mi alma, por al menos haberle descubierto.
5. La cuestión era ahora volver a localizarle. No lo conseguía visualmente. Debía meterme entre los corredores y acercarme a la zona donde él estaba, y desde allí buscarle mejor.
¿Cómo podría acercarme a él entre tantos corredores sin tropezar con ellos?. Creo que la Fuerza de esa Alegría que yo recibí al verle, me impulsó a correr por detrás del público siguiendo la carrera. Me sorprendió que yo pudiera correr más rápido que la masa de corredores, supuse que era porque ellos estaban ya algo cansados de varios kilómetros de carrera.
Entonces cuando creí que yo estaría por delante de Rubén me metí a la carrera de golpe. Esto fue algo difícil. Era como nadar contra una enorme corriente.
Pasé poco a poco entre los corredores buscando a Rubén. Todos corrían muy juntos y todos se veían muy iguales. Especialmente era complejo correr frenando y mirando hacia atrás habiendo miles corriendo hacia adelante. Aunque complejo, parecía de algún modo divertido, a pesar que recibí bastantes codazos no dolorosos. Tuve que tener mucha precaución para no pisar los pies de los demás para evitar tropiezos y que cientos de personas cayeran al suelo. Afortunadamente no cayó nadie al suelo, y he aprendido a no volver a entrar así en una carrera.
6. Al fin volví a ver a Rubén corriendo a varios metros de mi al otro lado de la pista, y de forma lateral y frenando y esquivando a muchos corredores me pude acercar a él. Cuando él me vio junto a él corriendo se quedó perplejo. Corrí al fin con él. No podía yo creerlo. Incluso, pude llegar, para mi sorpresa, hasta el final de la carrera.
7. Justo al terminar la carrera sentía algo de dolor de flato (gases en el intestino por el esfuerzo), que según tengo entendido, es algo normal cuando se corre sin haberse preparado, pero en general no es grave. Entonces, pregunté en ese momento por curiosidad a un vigilante de la carrera, sólo por charlar, si ese dolor era normal. Al instante él me mandó ir a la Carpa de cuidados médicos, que estaba allí cerca. Allí, vi bastantes corredores agotados tumbados en camillas, parecían heridos de guerra. Los enfermeros me dieron de beber, y me dijeron que esperara que me harían unas pruebas de electrocardiograma. Cuando vi tantos cables que ponían a otros corredores agotados para esa prueba, creo que se me quitó el dolor al momento. Y ellos al saber que ya no me dolía me dejaron marchar.
Después de todo esto, conseguí mis primeras zapatillas de correr de verdad y corrí más feliz.
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Conclusión: Cuando ignoramos lo difícil que es una cosa, creyendo que es fácil, lo pedimos al Cielo con bastante Fe, y esa Fé es útil para después orar algo más difícil.
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Petición: Que no se nos reduzca la Fe cuando nos parezca difícil una situación.

domingo, 15 de mayo de 2011

53) Restaurante judío.

10 de Mayo, Nueva York.
Mi amigo David K, hace años me invitó a Hawai. Era el primero que me invitaba allá. No fui en esa ocasión. Pero hace unos días estuve por primera vez en Hawai (por razones de trabajo entre otras). Y de vuelta a Madrid, mi vuelo hacía este día escala unas horas en Nueva York. Y en esas horas fui a visitar la arquitectura en Manhatan.
El día anterior escribí en Facebook que yo iba a estar unas horas en Nueva York y que qué me sugerían.
Estando caminando en Manhatan sentí hambre y entré en un restaurante. Me sorprendió que me sentí como atraído a ese sitio. Me sorprendió más al estar dentro que la gente allí tenía puesto en la cabeza el gorrito de los judíos.
Era la primera vez en mi vida que recuerde, que yo entraba en un restaurante en que la gente vestía como los judíos.
No sabía que existiera eso (excepto en Jerusalem…).
En todas las horas que pasé en Nueva York no vi otro restaurante así.
Lo más sorprendente es que al llegar a Madrid, leí en Facebook que David me había sugerido que en Nueva York comiera en un restaurante judío. Y era la primera vez que alguien me sugería ir a un restaurante así.
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Conclusión: También los judíos como los cristianos como los demás son de inmenso valor.
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Petición: Que amemos a todos independientemente de su creencia.