jueves, 1 de mayo de 2014

83) El número de espera para el tren.

18 de Abril del 2014, Valladolid.                 
Hoy, viernes santo, quería ir a la antigua capital de España, Valladolid, pues había oído que, para algunos, la más bella tradición de este día, era en esta ciudad este día.
Llevaba años queriendo hacer esto y hoy se hizo.
Pero, comencemos la historia al despertarme de esta mañana. Aún yo estaba en Madrid, y no sabía que haría este día festivo.
Decidí ayunar este día no solo en comida sino también en llamar a amistades.
Pensé la opción de ir a Valladolid. Pero pensé que los trenes estarían completos, y además que no tendría tiempo de coger el tren para llegar allí a ver algo famoso de este día, al mediodía, y se llama “las siete palabras” (son las últimas 7 frases que dijo Jesús en la cruz antes de morir, y se realiza con espectacularidad en la plaza mayor).
Miré en internet y decía que los trenes estaban completos. Aún así, sabía que en los últimos minutos a veces alguien anula su billete. Y algo me hacía pensar que valía la pena intentar ir a la estación del tren (Atocha) a ver si hubiera tren, además estaba esta estación a sólo 1km de mi casa. El caso es que, como tenía día libre, lo intenté.
Cuando salí a la calle, me sentía cansado y comencé a dudar si lo que hacía era una tontería. Cuál fue mi sorpresa, que al momento, sentí en las piernas como una fuerza que me empujaba para caminar. Era en los músculos de los gemelos. Sentía una presión que me hacía avanzar hacia adelante. Nunca antes había sentido algo como esto, ni había oído hablar de esto.
Al llegar a la estación, faltaban 20 minutos para la salida del tren, pero este tren salía de otra estación (Chamartín) que estaba a 15 minutos de donde yo estaba en Atocha.
Además, yo no tenía el billete, de modo que saqué rápido un número en un papelito para comprar el billete. Veía que faltaban como 20 números para que me atendieran, lo cual supondría 20 minutos de espera, con lo cual perdería el tren. Este tren era de gran velocidad, y no había otro tren, ni otro medio de locomoción, con el que yo llegara a tiempo a Valladolid para lo de las “7 palabras”.
Quedé un minuto pensando qué haría. Tenía 4 minutos para correr entre donde yo estaba a un transporte hacia Chamartín y allí ver si no había cola para comprar el billete en un minuto y correr al tren de gran velocidad. Decidí esto, empecé a correr, pero…
Me di cuenta que tenía el papelito en mi mano, y que este número aunque ya no me servía, podía servir para que otra persona pudiera ser atendido antes. Entonces pensé: “si voy a dejar este papelito a dónde se sacan los números voy a perder como un minuto, que lo necesito para intentar coger el tren, pero…a Dios le agradaría que lo intentara para ayudar a otra persona a no retrasarse, y además si Dios me ve hacer esto, tal vez Él me ayude a coger el tren”.
De modo que dejé el papelito, y creo recordar que se lo di en mano a alguien y esta persona se alegró.
Fui corriendo hacia un transporte que me llevó a Chamartín. Al llegar a Chamartín faltaban 3 minutos para la salida del tren a Valladolid. Fui a donde se compraban los billetes y vi que había una gran cola, que duraría más de 10 minutos en ser atendido. Entonces según esto ya era imposible coger ese tren.  Pero…aunque parecía imposible, pensé que tal vez, por la acción que hice de ayudar con ese papelito antes, tal vez Dios haría algo nuevo que nunca antes vi…
Es decir, ese tren que es de alta velocidad y tiene medidas especiales de seguridad, que  supiese yo, nunca dejan entrar a nadie sin billete. Pero yo, con la ingenuidad de un niño, me acerqué al tren. Había un control antes de entrar al tren. Me acerqué y dije que si habría alguna manera de entrar y pagar dentro. Me respondieron que eso no era posible en estos trenes. Que si no traía el billete no se podía entrar.
De modo que ya di por cierto que no podía coger ese tren, pero…
Sentí como una voz interior que me decía que volviera a preguntar, y preguntara al inspector. Le pregunté a este, le enseñé el pase que tengo de descuentos, que evidentemente no sirve para entrar a ese tren sin billete, y le dije que no tenía tiempo a comprar el billete. Me respondió lo mismo que los demás, que no es posible, pero…
En ese momento pensé: “¿Señor Dios, si tú me has dicho que pregunte otra vez, y lo hice, porqué no ha habido cambio?...
Al instante, este inspector, como si hubiere un cambio en él, se giró hacia mí, y me dijo: “hay 4 ó 5 personas que no han montado en el tren, hay sitio para ti, entra”.
¡Ooooooh! Nunca antes había visto esto. Además, no me cobró nada por el viaje.
Pensé que tal vez un Ángel del Cielo se puso en ese interventor, o tal vez, cuando él vio  una crucecita de madera que yo llevaba al cuello, esto motivó que, pensara de otra manera, y cambiara su idea para ayudarme entrar. Tal vez yo nunca lo sepa, pero sé, que he decido creer que tenemos un Dios tan grande que está a nuestro favor para que seamos felices.
Llegué a tiempo a la plaza mayor de Valladolid para lo de las 7 palabras. Y al momento el sacerdote que hablaba por altavoz, desde un púlpito engalanado aunque muy envejecido por el paso de muchos años, decía: “Jesús (Dios) no es un aguafiestas, sino alguien que está, (como un niño pequeño, encaprichado) con todas sus ganas, para que seas Feliz”.
Conclusión: Parece ser que realmente, el Señor Creador, quiere ayudarnos a que cumplamos nuestros sueños.

Petición: Que el Señor nos conceda las peticiones de nuestros corazones.