18 de Abril del 2014, Valladolid.
Hoy, viernes santo, quería ir a la antigua capital de
España, Valladolid, pues había oído que, para algunos, la más bella tradición de
este día, era en esta ciudad este día.
Llevaba años queriendo hacer esto y hoy se hizo.
Pero, comencemos la historia al despertarme de esta mañana.
Aún yo estaba en Madrid, y no sabía que haría este día festivo.
Decidí ayunar este día no solo en comida sino también en
llamar a amistades.
Pensé la opción de ir a Valladolid. Pero pensé que los
trenes estarían completos, y además que no tendría tiempo de coger el tren para
llegar allí a ver algo famoso de este día, al mediodía, y se llama “las siete
palabras” (son las últimas 7 frases que dijo Jesús en la cruz antes de morir, y
se realiza con espectacularidad en la plaza mayor).
Miré en internet y decía que los trenes estaban completos.
Aún así, sabía que en los últimos minutos a veces alguien anula su billete. Y algo
me hacía pensar que valía la pena intentar ir a la estación del tren (Atocha) a
ver si hubiera tren, además estaba esta estación a sólo 1km de mi casa. El caso
es que, como tenía día libre, lo intenté.
Cuando salí a la calle, me sentía cansado y comencé a dudar
si lo que hacía era una tontería. Cuál fue mi sorpresa, que al momento, sentí
en las piernas como una fuerza que me empujaba para caminar. Era en los músculos
de los gemelos. Sentía una presión que me hacía avanzar hacia adelante. Nunca
antes había sentido algo como esto, ni había oído hablar de esto.
Al llegar a la estación, faltaban 20 minutos para la salida
del tren, pero este tren salía de otra estación (Chamartín) que estaba a 15
minutos de donde yo estaba en Atocha.
Además, yo no tenía el billete, de modo que saqué rápido un
número en un papelito para comprar el billete. Veía que faltaban como 20 números
para que me atendieran, lo cual supondría 20 minutos de espera, con lo cual
perdería el tren. Este tren era de gran velocidad, y no había otro tren, ni otro
medio de locomoción, con el que yo llegara a tiempo a Valladolid para lo de las
“7 palabras”.
Quedé un minuto pensando qué haría. Tenía 4 minutos para
correr entre donde yo estaba a un transporte hacia Chamartín y allí ver si no
había cola para comprar el billete en un minuto y correr al tren de gran
velocidad. Decidí esto, empecé a correr, pero…
Me di cuenta que tenía el papelito en mi mano, y que este número
aunque ya no me servía, podía servir para que otra persona pudiera ser atendido
antes. Entonces pensé: “si voy a dejar este papelito a dónde se sacan los números
voy a perder como un minuto, que lo necesito para intentar coger el tren, pero…a
Dios le agradaría que lo intentara para ayudar a otra persona a no retrasarse,
y además si Dios me ve hacer esto, tal vez Él me ayude a coger el tren”.
De modo que dejé el papelito, y creo recordar que se lo di
en mano a alguien y esta persona se alegró.
Fui corriendo hacia un transporte que me llevó a Chamartín.
Al llegar a Chamartín faltaban 3 minutos para la salida del tren a Valladolid.
Fui a donde se compraban los billetes y vi que había una gran cola, que duraría
más de 10 minutos en ser atendido. Entonces según esto ya era imposible coger
ese tren. Pero…aunque parecía imposible,
pensé que tal vez, por la acción que hice de ayudar con ese papelito antes, tal
vez Dios haría algo nuevo que nunca antes vi…
Es decir, ese tren que es de alta velocidad y tiene medidas
especiales de seguridad, que supiese yo,
nunca dejan entrar a nadie sin billete. Pero yo, con la ingenuidad de un niño,
me acerqué al tren. Había un control antes de entrar al tren. Me acerqué y dije
que si habría alguna manera de entrar y pagar dentro. Me respondieron que eso
no era posible en estos trenes. Que si no traía el billete no se podía entrar.
De modo que ya di por cierto que no podía coger ese tren,
pero…
Sentí como una voz interior que me decía que volviera a
preguntar, y preguntara al inspector. Le pregunté a este, le enseñé el pase que
tengo de descuentos, que evidentemente no sirve para entrar a ese tren sin
billete, y le dije que no tenía tiempo a comprar el billete. Me respondió lo
mismo que los demás, que no es posible, pero…
En ese momento pensé: “¿Señor Dios, si tú me has dicho que
pregunte otra vez, y lo hice, porqué no ha habido cambio?...
Al instante, este inspector, como si hubiere un cambio en él,
se giró hacia mí, y me dijo: “hay 4 ó 5 personas que no han montado en el tren,
hay sitio para ti, entra”.
¡Ooooooh! Nunca antes había visto esto. Además, no me cobró
nada por el viaje.
Pensé que tal vez un Ángel del Cielo se puso en ese
interventor, o tal vez, cuando él vio una crucecita de madera que yo llevaba al
cuello, esto motivó que, pensara de otra manera, y cambiara su idea para
ayudarme entrar. Tal vez yo nunca lo sepa, pero sé, que he decido creer que tenemos
un Dios tan grande que está a nuestro favor para que seamos felices.
Llegué a tiempo a la plaza mayor de Valladolid para lo de
las 7 palabras. Y al momento el sacerdote que hablaba por altavoz, desde un púlpito
engalanado aunque muy envejecido por el paso de muchos años, decía: “Jesús
(Dios) no es un aguafiestas, sino alguien que está, (como un niño pequeño,
encaprichado) con todas sus ganas, para que seas Feliz”.
Conclusión:
Parece ser que realmente, el Señor Creador, quiere ayudarnos a que cumplamos
nuestros sueños.
Petición: Que el Señor nos conceda las peticiones de nuestros
corazones.
Carolus, buena historia, me alegra que viajases gratis, lo de los gemelos, pudo ser un ángel que te empujaba a moverte. Dios te bendiga:
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Javi
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Carlos, en la última entrada de mi blog he dejado una lista de enlaces a historias de conversiones al cristianismo católico, por si quieres mirar alguna. También he puesto alguna protestante. Dios te bendiga:
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Javi
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http://333maranatha.blogspot.com.es/
Que el Señor nos impulse a cumplir nuestros sueñossss, gracias Carlos
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