viernes, 25 de octubre de 2013

76) No querer estar sólo.


23 de octubre del 2013, Noblejas, Toledo.                             
Ya atardecía en el pueblo, con otros dos amigos habíamos pasado agradablemente varias horas. Comimos de una buena barbacoa en la bonita casita rural, la cual parece como un castillito. Estos amigos eran Karl y Marcos (marido de María Jesús la gallega).
Ya iban a regresar a Madrid y me ofrecieron poder volver con ellos en su coche. Sería más cómodo para mi volver con ellos, pero algo me decía que no volviera con ellos si no que me quedara en el pueblo.
Se fueron en su coche, les despedí en la carretera. y me vi al momento que estaba sólo. Yo no quería quedarme sólo.
Entonces miré al teléfono móvil para llamar a uno de los chavales del pueblo, Javier, que en mi móvil, no sé por qué, o no recuerdo, aparece escrito frecuentemente “llamar a Javier de Noblejas”. Me entretuve un ratito con el teléfono sin llamarle, y al momento, oigo la voz fuerte de alguien que contento me llama, desde dentro de un coche en marcha, diciendo “¡Carlos!”. Era Javier. Pararon el coche y le dije que pensaba llamarle hacía un momento y él me dijo que también pensaba llamarme.
A los minutos vinieron él y sus amigos al castillito donde nos encontramos. Dijeron de hacer una barbacoa. Era la primera vez, en unos 4 años que los conozco, que tomamos juntos una barbacoa.
Era curioso que yo pocas veces, quizá una o dos veces al año tomo barbacoa, y este día fueron 2 veces.
A uno de los amigos de Javier le pedí que fuera a la tienda a por carne pero que no fuera cerdo y que fuera la carne más económica, pues toda la carne en el pueblo era buena. Pero este amigo al ver que el cerdo era lo más barato fue el único tipo de carne que trajo.
Yo llevaba varios meses, desde el 5 de enero, sin comer cerdo, a modo de ayuno, excepto un día en Portugal que me invitaron a comer, dije que sí, y sólo tenían cerdo, de modo que comí sólo un filetillo.
Entonces, el día de hoy, para no despreciar el esfuerzo y la ilusión de los chicos, probé la carne. La cocinó Javier, a fuego lento de las brasas, quien estudiaba para cocinero. Al probarla, se me hizo la carne más sabrosa que quizá haya probado en mi vida. Me comí 4 filetillos con gran gana. Pensé entonces que mi ayuno había dado felizmente a su fin. Pues no tenía que ser un ayuno para siempre.
Cuando los chavales se iban yendo del castillito, Javier dijo fuerte ante los demás, algo que nunca me había dicho: “¡Carlos, te queremos!”. Lo que me animó, y quitó la sensación de estar sólo y saber que estoy acompañado aunque se hubieran ido.
Recordé después, que minutos antes de que Karl y Marcos se fueran de casa, aquel hizo a este una foto en el que aparece una matrícula de coche que dice: “filetillo”.
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Conclusión: Si no queremos estar solos, parece que Dios nos ayuda a que estemos con gente, no tanto por teléfono o Internet, sino en carne y hueso (como filetillos que todos somos), viéndonos cara a cara en persona.
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Petición: Que estemos también en persona con la gente apropiada y no estemos solos cuando no debamos de estar solos.

3 comentarios:

  1. Esto no se debe hacer por placer, porque es un hedonismo que no es compatible con lo cristiano. Es verdad que cuando uno se priva de algo que le gusta mucho un tiempo, y no lo prueba, le sabe muy bien la siguiente vez que lo toma. Si un fumador adicto deja el cigarrillo un mes, cuando prueba el primer cigarro al mes siguiente le sabe a gloria. Si uno que le gusta mucho el chocolate lo toma muy de vez en cuando, cuando lo toma le sabe muy bien. Sin embargo, si te gusta mucho el chocolate y lo comes todos los días al final acabas harto de chocolate y deja de ser tu comida favorita. Creo que por eso los griegos tenían la máxima "de nada demasiado". De lo único que uno puede abusar hasta hartarse y no quedar satisfecho es de Dios y sus cosas. Con las cosas de Dios se rompe la regla. Dios te bendiga.

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