miércoles, 19 de diciembre de 2012

65) Parar pelea.


10 de diciembre del 2012, Ambato, Ecuador.                    

                A mi amigo k. durante días atrás le hablaba o enseñaba de que no debe pelear con la gente, pero hoy se peleó con puñetazos en la calle con otra persona. La policía para parar la pelea les echaron gases. Entonces se separaron, y durante una hora estuvo mi amigo afectado en la respiración por dichos gases.

Minutos después acompañaba a mi amigo a pié por las calles, y este comenzó de pronto a correr a buscar con quien peleó para seguir la pelea. Le seguí corriendo, con otros amigos. Él corría más que yo, de modo que le perdí de vista. Pero minutos después le vi en una plaza oscura y estaba de nuevo peleando a puñetazos con la misma persona de antes. Al instante me empecé a enfurecer y corriendo hacia ellos, comencé a decir unas palabras que yo no entendía, pero que me daban seguridad de poder proteger a mi amigo. Algunos dicen que era el Espíritu Santo el que actuó en mi. A medida que me acercaba a ellos corriendo gritaba cada vez más fuerte las extrañas palabras y que aunque no entendía, sabía que me ayudaba a poder enfrentar la situación.  Al llegar junto a los que peleaban, la fuerza de mi voz, con esas ininteligibles palabras era creo todo lo fuerte que yo podía gritar. Al instante ellos se quedaron inmóviles. Como piedras o estatuas con los brazos en posición de pelea entre ellos. Casi en el recuerdo me parece que el que pegaba a mi amigo se quedó inmóvil como separado del suelo unos centímetros, como estático en el aire volando, como si se hubiere parado las imágenes de una película. Vi que mi amigo tenía sangre en la boca. 
Entonces callé la voz y con tranquilidad, hice señas a mi amigo para que se alejara de allí y así lo hizo y me acompañó fuera del lugar caminando. 
Me dijo después, que cuando me oyó gritar (u orar) en ese extraño idioma, le sonaba como hebreo, y que él entendía que significaba que dejara de pelear. Además en ese instante se le quitó todas ganas de pelea.

Conclusión:  Cuando enseñamos a otros un buen comportamiento, parece ser que una Fuerza Enorme nos ayuda a poder ser cumplido dicho buen comportamiento.

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Petición: Que las palabras de bien que a otros decimos, sean una realidad también, en nuestras vidas.

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