viernes, 31 de octubre de 2025

152. Encuentro casual con famoso arquitecto. Oíza.

El último día público de Sáenz de Oíza.Madrid.

Unos cuatro años antes de su fallecimiento, pensé —sin saber por qué— que si alguna vez veía a Francisco Javier Sáenz de Oíza por la calle, le pediría trabajar con él.
Y pocos días después, de pura casualidad, me lo encontré. Yo iba en bicicleta. 
Él me llamaba el arquitecto de la bicicleta e incluso a veces me llamaba el inventor por un proyecto que hice en su asignatura de Proyectos de una casa colgada por cadenas en un valle. Y en esas clases que él daba decía que los arquitectos teníamos que viajar para aprender arquitectura y gracias a eso he viajado a más de 70 países buscando arquitecturas. 
Entonces este día que me lo encontré de casualidad yendo yo en bicicleta le pregunté si podía trabajar con él. Me invitó a ver una de sus obras junto a la M-30, que él mismo dirigía.
Recuerdo que, durante aquella visita, le pidió al constructor que pintara las puertas del color de mi abrigo, que era azul marino. Fue un gesto tan inesperado como entrañable.
Tiempo después fui a su casa, y el vínculo se hizo más cercano.
En enero del año 2000, tuve el privilegio de acompañarlo en lo que, por lo que creo, fue su última aparición pública, en la azotea del edificio Torres Blancas. Allí, rodeado de un grupo de admiradores, explicaba su obra con la serenidad y la pasión de quien ha vivido por la arquitectura.
Tuve también el honor y a la vez pena, de ser la última persona que habló con él en público.
Le pregunté qué pensaba de su trabajo en la arquitectura después de su vida.
Me sorprendió su humildad: no le dio demasiada importancia a su obra. Luego dijo simplemente que tenía que marcharse.
Sentí en ese momento una mezcla de tristeza y esperanza —la sensación de haber asistido no solo al final de una etapa, sino al cierre de un ciclo luminoso—.
Aquel día, Oíza se despidió desde lo alto de su creación más viva, Torres Blancas, como un arquitecto que no se fue del todo: porque dejó en sus obras algo que sigue respirando.
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Conclusión: se podría decir que la arquitectura tiene el maravilloso espíritu de las personas que la han creado y experimentado.
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Oración: que la arquitectura ayude a la paz.

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