martes, 1 de diciembre de 2009

16) Llevando brasas de fuego varios kilómetros

28 de noviembre del 2009, Noblejas, Toledo.
1) La casa estaba fría y teníamos algo de frío. La mañana siguiente vi las primeras nieves del invierno sobre los montes. No estaba puesta la calefacción por semanas. Entonces, con Jalil de Méjico, ideamos un sistema de calentar. Puse unos ladrillos sobre la cocina eléctrica encendida unos minutos. Después esos ladrillos los poníamos en el suelo. Estos se mantenían calientes durante varias horas. Nosotros colocábamos nuestros pies, sin zapatos, sobre los ladrillos calientes. Esto nos calentaba. Se sentía así un calor muy agradable.
2) Entonces pensamos que el Espíritu Santo, Grande Él, sería como un calor agradable. Dijimos que, cuando nombráramos el Nombre del Creador del Universo, deberíamos hacerlo de forma agradable a Él. Que al nombrarlo, sería muy bueno, justo después, hacer una pequeña pausa en el tiempo. Y después deberíamos decir algo bueno de Él. Como: Alabado sea, Bendito sea, Maravilloso sea reconocido…etc
3) Cuando estaba anocheciendo, recordé que había dicho a Jalil que ese día iríamos por el campo a ver los cultivos de olivos y vides. Pues él estudia agronomía, y le interesa. Entonces salimos de la casa, entramos el coche y recorrimos unos 7 kilómetros hacia los campos. Paramos el coche, salimos de él y caminamos como 20 minutos por senderos entre los cultivos. Ya era de noche. En el paisaje no se veía ninguna casa. Sólo campos con olivos y vides. Decíamos que el paisaje sería como la Palestina en época de Cristo. Con vegetación para aceite y vino.
4) Entonces, junto a nuestro camino, vi, algo que me parecía como una roca plana blanquecina. Paramos junto a ello observándolo. Recordé algo que leí en la Biblia y dije a Jalil, “esto es tierra santa, me voy a descalzar y pisar este suelo blanquecino”.
Al instante y enérgicamente me dijo Jalil que no lo hiciera. Eran cenizas de brasas, y habían brasas de fuego escondidas debajo de esas cenizas. Según dijo él, el día anterior habrían quemado los sarmientos de las vides (para preparar para nuevos cultivos el año que viene).
5) Removimos un poco las cenizas. Efectivamente, vimos brasas al rojo vivo. Con el ligero viento que hacía y unas ramitas de vid que colocamos encima, y un soplo, se avivó el fuego. Al instante teníamos un maravilloso fuego en la fría noche en medio del campo.
6) Alrededor del fuego, había bastante superficie de cenizas que debajo conservaban brasas calientes. Nos tumbamos encima de esas cenizas. Se sentía calor debajo de nosotros, sin quemarnos. Era muy agradable esa sensación del calor debajo de nosotros en esa fría noche y viendo el fuego. Nos sentíamos como si fuéramos los primeros del planeta en descubrir algo así. Imaginamos esa Bella Historia de aquellos pastores en Belén en la noche cuando esa Estrella…y ángeles les dijeron buenas nuevas…
7) Estando allí sobre las cenizas de las brasas calentitas, hablamos de la coincidencia (o “casualidad”) que estábamos viviendo y disfrutando: De cómo solo una hora antes estábamos calentando los pies con el ladrillo y ahora estábamos sobre las cenizas calentándonos. Dijimos que parecía que el Espíritu nos confirmaba lo que hablamos antes en la casa: Que debemos agradar al Creador cuando mencionemos su Nombre. Éramos conscientes de la importancia de la palabra. Oramos entonces, y Jalil oró, según dijo, claramente por primera vez en lenguas, con especiales palabras.
8) Dijimos que podíamos llevar algo de esas brasas a la casa y allí encender la chimenea con el mismo fuego que vimos en el campo. Para ello tomamos una piedra plana que estaba entre las cenizas. Colocamos unas brasas rojas sobre esta piedra. Y corrimos en la noche llevando en la piedra las brasas. Era increíble y precioso. La luna llena, viendo sobre las manos esas brasas encendidas, que con el viento, parecían estar palpitando. Imaginamos que fuera un ser vivo ese fuego. Como una palomita.
9) En el camino de vuelta a la casa había unas ramas secas. Las metimos al coche. Ya en la casa colocamos las brasas y esas ramas en la chimenea. Quisimos hacer fuego de las brasas. Parecía difícil. Incluso los papeles no querían arder. Pero cogimos una cerilla, la acercamos a la brasa. Al momento surgió fuego y ardieron las ramas. El fuego era tan grande que salía hasta fuera de la chimenea. Nunca vi en varios años un fuego tan grande y hermoso en esa chimenea. Dijimos que esa cerilla podía representar la iglesia: que a veces nuestro fuego se parece apagar pero con la ayuda de los hermanos en la fe se aviva.
10) Con ese fuego y sobre la piedra, con la que porté aquellas brasas, calentamos un trozo de carne para cenar. Parecía como un sacrificio del animal de esa carne, sobre un altar de esa piedra, para alimentarnos. Nos recordó el sacrificio de Cristo en la Cruz, para “alimentarnos” darnos vida.
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Conclusión: Con esta casualidad, parece confirmarse, que al Creador del Universo le agrada y quiere que cuando nombremos Su Nombre, lo hagamos de forma especial. Diferente y más especial que cuando nombramos el nombre de una persona de la tierra.

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